Habiendo ya conocido casi todos los terrenos que existen en nuestro país, solo me quedaba por conocer el sur, ese sur que esta tan lejos, y que a la hora de encarar una travesía por aquellas latitudes, lo primero que a uno se le viene a la cabeza es la gran distancia de enlace que debe hacer.
Pero, en la vida del osrouder, esta travesía no podía esperar más, así, que aceptando una invitación de mi amigo Sergio Zerega (Pampa), armamos equipo, y como no podía ser de otra manera, el primero en aceptar el desafío fue el Tape, de tal forma que desde acá iríamos a enfrentarnos con lo que sea el Tape en su Patrol, acompañado por Pablito y Jorge y por otro lado en la Micky Mousse íbamos Luisito, Mauricio y yo…
Desde Buenos Aires se sumaría el anfitrión de esta travesía: Pampa, en su Vitarita “Pampa 02”, acompañado de su hijo Pablo, y Elsa Ons, en su Toyo, y desde Bahía Blanca, Guillermo Loza también con una Toyo, acompañado de su amigo, Julio, ambos del grupo bahiense llamado “GIORGIO 4X4”.
El punto de encuentro era la localidad de Gobernador Gregores, en el corazón de la provincia de Santa Cruz, y, desde Rosario, teníamos un modesto enlace de 2600 km. Lo que hizo, que tengamos que hacerlo en dos días, haciendo unos 1500 km en la primera jornada, parando a dormir en Trelew, y dejando para el día siguiente los 1100 km finales hasta llegar al “punto de encuentro”. Todo hacía pensar que dormiríamos en alguna cómoda cabaña de Gregores, pero no fue así, ya que justo en esa fecha se celebraba allí la “fiesta del pueblo”, estando absolutamente todo reservado, de tal manera que no nos quedó otra opción más que ir a dormir en carpa a orillas del lago Cardiel.
Sabiendo esto, compramos lo necesario para degustar un buen asado a orillas del lago, el cual nos sorprendió a la mañana siguiente regalándonos una vista descomunal.
Desarmamos campamento, y comenzamos el enlace final de unos ciento y picos de km rumbo a la denominada MESETA DE LA MUERTE, a la cual tendríamos que subir y cruzar para bajar finalmente en el rio de las Areniscas, o del Medio, ya que tiene ambos nombres, el que finalmente desemboca en el rio Infante Rabón y luego este último en el rio Cardiel desembocando este último en el lago homónimo.
La primera huella que seguimos, nos llevó a una estancia abandonada, a la cual arribamos luego de hacer varios vadeos, desde ese lugar, comenzamos a seguir un curso de agua que por momentos se trasformaba en una peligrosa vega, hasta las estribaciones misma de la meseta.
Una vez allí, nos encontramos con una verdadera “pared”, lo que hacía suponer que no podríamos subirla, ya que la pendiente era muy abrupta y el piso estaba literalmente tapizado de piedras gigantescas. Pero, este no era el momento de rendirnos, el terreno se había puesto lindo, y para esto habíamos hecho nada más que 2700 km… era hora de comenzar el verdadero “rock and roll”…
Salimos a caminar y buscar la posibilidad de subir la meseta. Luis por un lado y Mauricio y yo por otro… y, lo que parecía imposible, con un poco de imaginación se trasformó en algo potable, así que poco a poco, los fuimos haciendo subir esta pared, y en un par de horas, estábamos todos arriba de la meseta.
El tránsito sobre la misma meseta fue durísimo, no sé cómo explicarlo, fueron decenas de km transitando en un terreno formado por canaletas de hasta medio metro de altura, donde por momentos parecía que nos “colgaríamos” en alguno de los tantos mallines que lo tapizan, y donde, ni los guanacos, amos y señores del lugar pueden andar con comodidad.
Después de andar por este tortuoso terreno durante varias horas, y estando a mitad de camino de la salida de la meseta, armamos campamento en uno de los únicos lugares que encontramos, en lo que al parecer era el lecho de alguna lagunita seca, y en el cual teníamos apenas el lugar necesario para armar las carpas.
Esa noche como en tantas otras ocasiones nos visitó don fresquete, y a la mañana cuando nos levantamos estaba todo congelado…
Una vez que desarmamos campamento seguimos con nuestra travesía. Estábamos a mitad de camino y el terreno seguía siendo igual. Poco a poco fuimos ganando altura, y a media que subíamos los mallines iban desapareciendo, y el piso se iba poblando de piedras, primero pequeñas, y luego un tanto más grandes, hasta que por último el piso que estaba tapizado de piedras se empezó a poner más blando y llegó un momento en el que las chatas se hundían con piedras y todo, es que sin darnos cuenta, estábamos transitando sobre un “glaciar” tapado por tierra y piedras, y que se rompía a medida en que íbamos avanzando.
De todos modos, ya estábamos cerca de la salida hacía el rio Areniscas, así que con cuidado fuimos avanzando el Tape y yo, ya que el resto estaba muy retrasado dado la cantidad de encajadas con roturas de ruedas de por medio que tuvieron que ir sorteando.
Por suerte, encontramos con el Tape rápidamente la salida, y desde un “balcón” natural, pudimos ir guiando al resto de los muchachos hacia la salida del “glaciar”.
Una vez todos fuera de él, seguimos camino siempre transitando un terreno similar tapizado de mallines hacia el rio de las Areniscas.
Primero debíamos encontrar la bajada de la meseta, cosa que no fue nada fácil, y si bien la subida fue un trámite de un par de horas, la bajada de la meseta nos llevó casi medio día. Hubo que caminar decenas de km buscando por un lado y por el otro hasta que encontramos con el Tape el lugar adecuado para bajar las chatas. Primero lo hizo el Tape, y aprovecho la poca luz del día para buscar un lugar donde acampar, y yo me quedé para ayudar, guiando al Pampa, y Mauricio y Luis, guiaron a las otras dos Toyos… por lo que la bajada final, la hicimos ya de noche, esquivando piedras monumentales, y tratando de no caer en ninguna grieta, ya que cualquier error era sinónimo de bajar cientos de metros dando vueltas… y, con la adrenalina a full y las pulsaciones por las nubes, llegamos poco a poco hasta el lugar donde el Tape ya había elegido para el campamento.
A la mañana siguiente, nos levantamos bien temprano ya que nos quedaba, nada más y nada menos que bajar al lecho del rio de las Areniscas y vadearlo, cosa nada fácil, ya que el río era muy ancho, y estaba tapizado de piedras para nada amigables. Una vez que bajamos al río, Pablo, el hijo del Pampa, se calzo unos waders, y se puso a caminar por el rio, para poder descubrir donde estaban los pozos que tendríamos que evitar si no queríamos quedarnos a vivir para siempre en esa meseta.
Este último “tramite” nos llevó varias horas, pero con calma, cruzamos el río, y logramos salir de la tan temida MESETA DE LA MUERTE.
El resto fue seguir una huella ya transitada, lo que mallines de por medio, nos depositó en unas cuantas horas en la ruta de salida hacia Gregores.
Por supuesto al final hubo cabaña, hubo una buena ducha, hubo cordero y por supuesto una buena cama para descansar…
Ya solo nos esperaban desandar los dos mil y tantos de km hacia casa, recorrido que hicimos en parte primero visitando la estancia “La Oriental (lugar de inicio de una próxima travesía), y luego recorriendo la RN41, muy pintoresca por cierto hasta la localidad de los Antiguos.
No me queda más que agradecer a mis compañeros de viaje, y al Pampa por el convite, y como siempre a Pasión, que nos da permanentemente la posibilidad de realizar estos viajes, conocer gente maravillosa y lugares indescriptibles.