Esta historia puede empezar por una actitud extraña. Digo extraña para los parámetros que hoy rigen esta sociedad. Y eso es lo verdaderamente triste. Pero ahora no es esa la cuestión. La cuestión es que hay una persona, una mujer que se llama Gabriela Caliva, salteña de nacimiento, rosarina por adopción, que un buen día sintió la necesidad de apadrinar una escuela de Salta, obviamente carenciada hasta de carencias y atenuar tanto olvido. Se puso a trabajar y se contactó con cuanta persona se le cruzó por delante. Uno fue Gastón Sanz (Gasty antes del viaje, Marmota I cuando terminamos) que la conocía por su actividad laboral. Lo puso al tanto y este tomó el guante. Guante que le trasladó a su novia, Cintia Cardozo (Marmota II al concluir el viaje). Cintia a su vez habló con su hermana Jimena y con su amiga Ayelén Flematti, la Bella Durmiente que cuando no duerme trabaja en Tarjeta Naranja. Ayelén metió el asunto en esa empresa y picó hasta Córdoba donde vía un superior llegaron hasta Pepe, un Ingeniero mediterráneo que nada tiene que ver con Naranja pero si mucho con ser una buena persona y aportar entre muchas cosas un grupo electrógeno 0 Km. Que conectado a una bomba 7 años inactiva logró el milagro del agua (también puso un camión Mercedes nuevo para trasladar mercadería, su camioneta Toyota para viajar y allá trabajó como una bestia). Cintia también habló con Galo (creo que ahora me acordé del nombre), todos ellos amigos de Wally (a Wally lo conocen) y ahí surgió la necesidad de pedir apoyo a Pasión 4x4 Rosario, tanto por donaciones como, lo más importante, algo así como apoyo logístico. No era fácil llegar hasta Rivadavia, mucho menos hasta la Escuela Rural 7 de Junio N° 4177 a la que concurren aborígenes de la etnia Wichi. A Rivadavia, pueden verlo en las fotos satelitales que aporta “Tonga-Ojos de Google Earth”, no llega el pavimento. Se accede por un camino de ripio de unos 150 kilómetros en pésimo estado (demoramos cerca de 5 horas para completarlo). Lo curioso es que Rivadavia está a 250 Kms. De Las Lajitas, donde la soja muestra su poder y donde uno puede comprar, por ejemplo, Gatorade en el bar de la YPF. Insisto, apenas 250 Kms. Entre un Gatorade de manzana y el más absoluto olvido. Vuelvo a la cadena de favores. Wally habló y Padre Coraje, Tonga, Capitán Guillote y yo aceptamos. Todo muy rápido. Apenas una reunión en el Bar del Lago con la parejita de Marmotas Enamoradas, La Bella Durmiente y Galo. Primero viajábamos cuatro camionetas (La Patrulla, El Canguro, La Toyotorta del Capitán y El Avispón Verde. Un día antes nos vimos en la obligación de bajar al Avispón. Ya se sabe, cuestiones de $$$$$$$$$$$$$$ para afrontar el gas oil de casi 3000 kms. Viajaríamos 12 personas en tres vehículos. Una utopía que descubrimos cinco minutos antes de partir desde el galpón de Wally. O viajaban los bultos o viajábamos nosotros. Rápida cuenta. Un vehiculo extra importaban $ 1200 más de gas oil, $ 100 más por bocha. Ya estábamos jugados, tal vez la presunción de estar frente al viaje de nuestras vidas. Rápido escape a buscar El Avispón Verde que con tanque lleno y lavado reposaba en mi cochera. El caballo fiel espera por su jinete.
La hora prevista de salida eran las 17 horas. Arrancamos a las 19. Un viaje muy tranquilo, velocidad crucero 100 Km. p/h, primera parada por gas oil en ACA Ceres, cena fría arriba de un tambor de 200 litros a un costado de la playa y Cintia que ya adoptaba el rol de tesorera de la legión solidaria. Próxima parada en la YPF de Fernández, gas oil, café y cigarrillos. Algunas caras ya mostraban cansancio. Personalmente los últimos 100 kilómetros antes de Metán fueron mortales, esa puta hora del amanecer en la ruta (bien lo dijo Zabaleta). Nueva parada, más gas oil, mates y algo más. De allí a Las Lajitas, siempre por pavimento alguna vez cercado por un monte que no está más. Última carga de combustible, hielo, el Gatorade de manzana que ya conté, última llamada por teléfono para reportarnos a salvo y el saber que el camino más corto a Rivadavia no era viable, debíamos hacer el trayecto más largo por La Estrella y de ahí el maldito ripio.
No me siento capacitado para describir paisajes tan alejados, claro, de la General Paz. Tal vez una mirada a las fotos sea más contundente. Ya se, ellos no conocen otra cosa pero no creo que no tengan derecho a conocerla. Ya no hablo de lujos seguramente superfluos para nosotros mismos, hablo de agua pura, de luz eléctrica, de atención médica, de un libro, de pensar que tal vez haya algo más. Porque no conozcan otra cosa no deben padecer a los políticos hijos de puta que una semana antes de las elecciones los encierran en las Comunidades, les retiran los DNI y los “sacan” el domingo para votar. Es bueno saber, entonces, que el termino Democracia tiene distintas valoraciones según el lugar geográfico que se trate. Paro acá y prometo no hablar de Cuba y El Che, como hice el viernes a la noche en la cena a oscuras, después de bañarnos con agua de fuentón, bajo los efectos del tinto, el Jack Daniels y tantas horas sin dormir (a esa altura creo que 36). Prometo no hacerlo.
Ante la amenaza de tormenta, los refucilos abriendo en dos el horizonte fueron una constante del viaje, armamos las carpas bajo un techito. El Capitán, Wally y Galo durmieron bajo el cielo, arriba de sendas mesas. Dicen que fue un placer, el único lugar donde hubo algo de fresco. Las carpas eran pequeños hornos, al menos a salvo de las hordas de bichos que ni siquiera respetaban la oscuridad. Cosa extraña, no había tantos mosquitos. En todo caso, no mucho más que por estos lados. Lo que no se pudo determinar es quien era el propietario del turbo que roncaba como si fuera la última vez. Misterios bajo la noche salteña. Dormí intranquilo, me atemorizaba la aparición del Chaqueño Palavecino, un improvisado concierto allí donde tratábamos de reponernos. Esa noche llovió.
Temprano arrancamos el sábado. A las 6:30 / 7:00 sufrí al Capitán que tiene la puta costumbre de no dejarme dormir. A mi lado Marmota I, ajeno a todo cataclismo. Algunos alumnos ya esperaban por el desayuno. Piensen un segundo ¿han caminado 2, 3 hasta 5 kilómetros por una taza de leche con un pedazo de pan?. Seguro que no. Esa mañana nos dedicamos con las camionetas a hacer los trasbordos de mercadería ya que los camiones no podían llegar hasta la puerta de la escuela y el resto del grupo encaró la complicada tarea de distribuir y armar los bolsones. Bien lo dijo Padre Coraje, es muy desagradable, uno se siente un colonizador, a vos te doy esto, a vos no. Aparte el trabajo fue dentro de un salón, bajo chapas de zinc que nunca tienen tiempo de enfriarse. Después vino el acto y a más de uno se nos fue todo al carajo. Hay que escuchar la voz quebrada de la maestra nombrando a cada uno de los que hicimos el viaje, agradeciendo por haber hecho lo que, según ellos, nadie hizo, por haberlos rescatado del olvido de los que no tienen el derecho a olvidar. Y uno que está convencido que para nada, que no hizo la gran cosa, que apenas se arremangó un poco por el simple hecho de haber caído del otro lado de la delgada línea roja. Se fueron sucediendo momentos, un grupo electrógeno que reemplazó a otro roto desde hacía 7 años, una bomba que empezó a sacar agua, unos caños que se transformaron en hamacas y nuestros cerebros abotagados por el calor y el cansancio que no alcanzaban a procesar tanta información de lo que ahí pasaba.
Tipo 16:00 horas dejamos Rivadavia con rumbo al Impenetrable. Lideraba Padre Coraje en la Patrulla, después El Canguro de Wally, El Avispón Verde y el Capitán. Fue la otra parte del viaje. Una de las mejores travesías de mi vida, la que nunca me voy a olvidar tal como fue Corona del Inca 2008. Estuvimos a orillas del Río Bermejo, en la triple frontera Chaco-Salta-Formosa (no sabía que existía ese lugar, nunca estuve en Formosa), por allí una nenita se acercó y nos dijo que se acordaba de Padre, de su viaje del año pasado. Después la noche, los barriales (siempre tras la huella que abría Padre con la Patrol), Comandancia Frías (¿cuándo volveré a estar ahí?) y su pizzería con las mesitas en el módico fresco de la noche, un rumbo aproximado, la picada Juana Azurduy y una tertulia ya casi pisando el borde del domingo, los GPS que tiraban caminos con destino incierto, una bruta encajada entrada la madrugada, la obligación de desandar recorrido y a las 7:30 AM del domingo Taco Pozo, su ACA y su pavimento. Rosario a casi 1100 kilómetros después de una noche completa manejando por el monte, lugares a los que tal vez nunca volveremos. Y así empezó una larga despedida que duró hasta las 24:00 en la Shell de JJ Paso y Circunvalación con paradas cada vez más repetidas porque el cansancio ya no nos dejaría y un extraño programa de encuentros en una radio que jamás podremos ubicar en un dial fantasma.
Gaby, la iniciadora de esta movida:
Gasty (Marmota I):
Cinthia (Marmota II) a la derecha:
Jimena (compañera del Capitán y fumadora de opio):
Marcela:
Galo (una bestia laburando, estaba en todas):
Ayelén (La Bella Durmiente):
Wally (gracias por traer esto a Pasión):
Tonga (el Maestro Zen):
Padre Coraje (si la Patrulla no abría las huellas todavía estabamos ahi):
El Comandante (precisamente yo):
Gracias a Ellas: La Patrulla:
La Toyo del Capitán:
El Canguro:
El Avispón Verde:
Pepe (un fenomeno y pata fundamental de esta solidaria, lo vamos a traer para darle algunas clases de manejo off road
El logo de la Travesía:
Seguro me quedó demasiado por contar. Es demasiado lo que se vive.
Gracias Gaby por iniciar esto.
Gracias Gasty y Cinthia por la compañia, la buena onda, los mates y dormir (soy medio jodido yo).
Gracias Ayelen por hacerme cabrear, de lo contrario no soy yo.
Gracias Jimena por la risa.
Gracias Marcela por la tranquilidad.
Gracias Galo.
Gracias Wally.
Gracias Padre.
Gracias Tonga.
Gracias Guille (perdón Gordo no tengo ninguna foto tuya, LRPMQLRMP, mañana lo soluciono).
Gracias a todos por dejarme ser parte de esto.
Y el cierre repetido.
A vos Pasión
¿cómo hago para darte las gracias?