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Apasionado Enfermo de 4x4 |
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Registrado: Vie Abr 08, 2005 2:21 pm Mensajes: 3508 Ubicación: Derry (ME)
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Me enviaron esta extraña historia. En las primeras décadas del siglo XX, un geofísico italiano, graduado en la Universidad de Milán, Juan Baigorri trabajaba como técnico en petróleo para diversas compañías internacionales. Así conoció Europa, Asia, África y América. El golpe que derroca a Yrigoyen, en el ’30, lo encuentra en Perú. Su fama profesional trascendía las fronteras. El Gral. Mosconi lo convoca para su proyecto petrolífero, pero Baigorri no lo acepta. En su lugar, decide recalar en Uruguay, en Colonia del Sacramento. Fue allí donde descubre accidentalmente que uno de sus aparatos destinados a la determinación de horizontes del subsuelo provocaba que el cielo más diáfano se cubriera de nubes y desatara lluvias. Con el aparato a cuestas, se instala en Buenos Aires, en Villa Luro, donde comienza a experimentar. Pero lo hace en los fines de semana y ya la gente se queja porque dejaba a los porteños sin fútbol y sin carreras.
Enseguida gestiona con Mr. Mc Rae -titular del Ferrocarril Central- llevar su máquina a regiones más áridas, bajo el control de Hugo Miatello, jefe de Fomento Rural de la empresa. Termina en Santiago del Estero, región en prolongada sequía. El calcinante viento Norte, luego de 8 horas y media de funcionamiento del aparato, cede a un viento Este más fresco y un ligero chaparrón. Siguió trabajando, pero sólo conseguía juntar nubes sin lluvia. La razón, adujo Baigorri, era la baja potencia de la máquina. Solucionado el problema, el 22 de diciembre se instala en de nuevo en Santiago -en campos del gobernador Pío Montenegro- y anuncia una lluvia para la noche del 24. Llueven los pedidos para que no arruinara la Nochebuena, pero la tormenta se desata en una lluvia descomunal. Su éxito fue total: de vuelta en Buenos Aires, una muchedumbre lo lleva en andas hasta las oficinas del Ferrocarril, en 25 de Mayo y Cangallo.
El mentado aparato no era más grande que una radio a galena y quienes lo vieron afirmaban que tenía escasos controles y un par de antenas. Alberto Calmarini, director de Meteorología, trata de desacreditarlo tildando la historia como un caso de “imaginación tropical” y afirmando que la lluvia del 24 “tendría que haber sido el 28” -día de los Inocentes-. Además, afirmaba que las lluvias habían sido anunciadas con anterioridad. Baigorri exhibe un recorte de diario con los pronósticos para la zona: “tiempo caluroso y bueno”.
Le hacen reportajes desde el Times de Londres y le llegan ofertas laborales desde los EE. UU. Baigorri se declara argentino “y quiero que mi invento beneficie a mi país”. Calmarini lo sigue atacando. Enseguida anuncia una lluvia para el 2 de enero de 1939. Baigoirri, con Miatello, le mandan de regalo un paraguas a Calmarini. El 1º, el Servicio Meteorológico -por las dudas- anuncia lluvias para el 2. Y el 2, efectivamente llueve a cántaros. Lo reclaman desde Carhué, sumido en una grave sequía que había dejado seco al lago Epecuén. El secretario municipal le dice, lacónicamente: “Usted no puede hacer llover”, pero “el mago de Villa Luro” encendió su máquina y entre el 7 y el 8 de enero, caen dos lluvias que hacen desbordar la laguna.
Tras un frustrado intento de explotar pozos petrolíferos en el sur de la provincia de Buenos Aires -por culpa del golpe de junio del ’43-, ‘el nuevo Júpiter’, como lo llamaban los medios, se llamó a silencio. Fue recién a fines del ’51 que Baigorri volvió a escena. El ingeniero Raúl Mendé, ministro de Asuntos Técnicos de Perón, lo convocó a trabajar para el Estado, pero Baigorri, fiel a sus principios, no quería vender su máquina a nadie y menos al gobierno. Y por eso se ofreció a trabajar desinteresadamente. Entonces viajó a Córdoba, donde lo esperaba una gran sequía. El 21 de noviembre de ese año, anuncia que conectaría el aparato: no sólo llovió sino que se desató un tornado que destrozó varias viviendas. En diciembre, consigue desatar dos lluvias más, la última de 51 milímetros lo que le significó al Dique San Roque tener una reserva de 35 metros de agua.
En enero del ’52, Baigorri viaja a Caucete, en San Juan donde hacía ocho años que no llovía: allí produjo tres lluvias, la última de 31 milímetros. El otro viaje lo realiza a La Pampa: allí logra desatar una serie de lluvias en toda la provincia que sumaban la cantidad acumulada de 2.160 milímetros.
De regreso a Buenos Aires, el 6 de noviembre, trata de restablecer conexión con Mendé. Escribe: “Hágale presente al señor ministro que hasta la fecha no he recibido remuneración alguna por los trabajos científicos realizados para sacarle la sequía al país. Después de todo lo expuesto, agradecería al señor ministro me informara si mi descubrimiento… interesa o no al Gobierno”. El cambio de actitud de Baigorri movilizó el interés de Tomás Votello, subsecretario de Asuntos Técnicos. Votello le exige que remita “un detallado informe sobre bases técnico científicas…” Baigorri decide no vender a nadie el secreto de sus equipos. Y así persistió hasta cerca de su muerte. Anunció una nueva lluvia de despedida para principios de los ’70. Quien esto escribe, recuerda la fenomenal y anormal tormenta eléctrica que antecedió a esa última gran lluvia.
En el otoño del ’72, Baigorri muere y se lleva consigo el secreto de su máquina de hacer llover…
El grado de veracidad científica o de ingenuidad que hay en la historia del aparato, ha sido siempre difícil de establecer, pero el caso es que parece que sí, que Baigorri hacía llover. Para otros, se trataba de charlatanería… Eran otras épocas… otras magias, quizás con un poquito menos de ciencia y un poquito más de fe.Fuente: http://www.el-reta.com.ar/200911201367/ ... algia.html
_________________ Capo LU2 FCA N 39º 47' 35.27" W 86º 14' 19.97" "Hasta la victoria, siempre" "El momento más espantoso es siempre justo antes de empezar"
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