El año pasado, cuando salimos de Rivadavia intentamos llegar a una confluencia que aún no estaba visitada, esta, quedaba en la provincia de Chaco, y la idea era aprovechar el viaje de retorno a Rosario intentando aproximarse a la misma, que estaba situada en el interior del nuevo parque nacional La Fidelidad, y, aunque nos acercamos bastante una barrera nos impidió el ingreso. Como consecuencia de esto, mi amigo, el Flaco Charly, debería ver postergado su debut confluenciero hasta este año, ya que él solo, no se animaba a encarar estas confluencias metidas en el corazón de la selva del impenetrable.
Por eso, este año, y dado que no podríamos ir a visitar la confluencia de La Fidelidad, aunque ya tenía el permiso correspondiente, dado que desde hace un tiempo vengo hablando con el director del parque nacional pidiéndole permiso para hacer la visita, decidimos con el Flaco Charly volver por la provincia de Formosa, donde todavía hay varias confluencias vírgenes.
Por tal razón, el martes 5 de mayo de 2015, salimos de la escuela junto a todo el grupo de los estuvimos trabajando en la escuela, pero, cuando llegamos al cruce de La Estrella, algunos decidieron retornar a Rosario y otros, giramos hacia el norte hacia Pichanal, buscando cruzar el Rio Bermejo y encarar hacia la provincia de Formosa en busca de nuestro “objetivo”.
(ruta hacia Pichanal)(puente sobre el río Bermejo)En este caso, se trataba de la muy difícil “figurita” llamada 24S 62W, la que ya habían intentado cazar, pero dado la “espesura” del monte, no habían podido llegar.
Y, como siempre, para estas aventuras tan extremas trato de formar algún equipo de personas que estén preparadas para la ocasión y que tengan sobradas experiencia en explorar tan ignotos lugares…
Así fue que el grupo quedo compuesto por:
El Flaco Charly, aguerrido explorador, tratando de tener su primer presea..
Lorena, esposa del Flaco, que con sus dotes de ubicación y orientación, era una pieza más que necesaria para atravesar la espesura del monte formoseño…
Paola, esposa de Wally, quien la abandonó a su suerte, tratando de que se perdiera en el monte, pero que nunca creyó en la tenacidad y perseverancia para vencer cada obstáculo que la madre naturaleza le interpondría en el camino…
Walter, el Doc (trucho para algunos… ), que por nada del mundo quería volver a Rosario, dado que si se volvía tendría que ponerse a laburar “sacando muelas”, y que por entonces no tenía ni las más remotas ganas, como siempre…
Y,
yo, que ya todos me conocen, y que locura no me falta para llevar a cabo y dirigir este tipo de aventuras…
(hay equipo!!!)La logística previa estaba estudiada, había a priori varios ingresos que tenía dibujados, pero uno a uno los fuimos descartando, ya que los supuestos cortafuegos que trataríamos de seguir no existían.
Por último, avanzamos por un camino que costea un canal, este sí era un camino real, y era el mismo que habían seguido los anteriores expedicionarios… la cuestión era que deberíamos cruzar el canal de alguna manera para poder acercarnos a la confluencia, cosa que estuvimos buscando por un largo rato, hasta que encontramos un precario puente que nos permitió cruzar y llegar hasta la entrada a una “chacra” la cual tenía una tranquera.
Pero, como seguramente era nuestro día de suerte, mientras estábamos viendo como ingresar, ya que no había nadie a quien pedirle permiso, apareció un joven de unos 137 años en una motito, y se presentó como el encargado primero, dueño más tarde… y peón por último del establecimiento al cual intentábamos ingresar.
En primer lugar el buen señor nos negó la entrada, pero, luego de las explicaciones dadas por mí, y cuál era el objetivo de la visita, el veterano señor, nos invitó a pasar para que hiciéramos nuestro “trabajo”…
No sé muy bien que entendió, lo único que me quedó claro es que el hombre creyó que nosotros veníamos a medir las tierras y a “cotizarlas”, dado que cuando salíamos, una vez que habíamos terminado la “cacería”, me paró y me dijo: -cuando tenga novedad del valor de las tierras, por favor hágamelo saber ¡!!! . Que cosa loca no…
En fin, la cuestión fue que pudimos ingresar, y nos acercamos a la confluencia hasta 3270 metros en línea recta, metros que poco a poco fuimos avanzando, peleando con las ramas, las arañas, y toda clase de plantas que parecían que querían devorarnos.. caminamos agachados por ciento de metros, pero, poco a poco nos fuimos acercando, y en tan solo tres horas clavamos los ceros…
(la espesura del monte)(las heridas de guerra)(la prueba de rigor)El retorno fue aún más difícil, ya que nos sorprendió la noche, y los últimos 1700 metros los hicimos solo con la luz de mi celular, o sea que el único que veía más o menos por donde caminaba era yo, mientras que los demás venían casi a ciegas atropellando cada una de las ramas que se presentaban en el camino, hasta que por fin llegamos a las chatas, donde nos confundimos en un fuerte abrazo por haber salido sanos y salvos de tan brava aventura…
(el equipo: feliz)Lo que no me quedo bien en claro es que si van a querer volver a seguirme en otra o tendré que armar otro grupo de intrépidos cazadores de confluencias.. ¡!!
Gracias amigos por compartir esta loca experiencia…